
M'ha arribat a les mans un llibre d'un filòsof francès, Michel Onfray, i que porta el títol de 'La filosofia feroz', una expressió de Rimbaud.
Onfray fa un repàs al voltant del pensament sobre el món actual i l'actualitat planetària. He triat un interessant text que va publicar originàriament a la revista Corsica, al voltant de la dualitat de les dues Mediterrànies.
El Mediterráneo sufre una recuperación intelectual del Norte del continente europeo, siendo objeto de una evidente confiscación por parte de los hiperboreales, al punto que lo presentan como el crisol de esa Europa en la que nuestra civilización se agota y se extingue. Atenas, Roma y Bizancio como preparación a las catedrales.. El dualismo y el odio del cuerpo versión Platón pasados por la procesadora judeocristiana producen una cultura en la que el libro reemplaza a la carne y el espíritu al cuerpo, y en la que se prefiere más la muerte que la vida.
¿Pero quid del otro Mediterráneo? ¿Aquel de la Escuela de Dionisios, del sol y del mar, del erotismo y de la fertilidada de los cortejos báquicos y de las lupercales endiabladas? ¿Aquel, también, de los cuerpos bellos, de las carnes alegres, de las pieles cómplices, del pámpano, de la vid contemporánea de los siglos de antes del pecado, la culpa y la falta? El Mediterráneo solar no necesita de los instrumentos de tortura del Mediterráneo nocturno transmitidos por los libros (Antiguo y Nuevo Testamento, Coran): las prohibiciones la misoginia, la celebración de la maceración, el desapego a la vida, la pasión por la muerte. El monoteísmo infecta Europa desde hace ya demasiado tiempo...
El culto fetichista del libro provee un modelo cultural que impregana incluso a aquellos que quieren deshacerse de su influencia: la identidad de los dominantes se afirma a golpes de referencis cerebrales. Supone un archipiélago de grandes hombres, de hechos y de gestos memorables. Poetas, filósofos, novelistas, militares, arquitectos, músicos, pintores y escultores constituyen un coro que da el la: en un caso así, una civilización se limita al diccionario, a la enciclopedi. El Mediterráneo nocturno ama la oscuridad de las bibliotecas y de los museos, adora el polvo de los conservatorios y de los archivos.
El Mediterráneo solar vive de playas y de arena, de sol y luz, de amistad y de amor, de vino y de farniente, de calor y de mar, de conversación y de verbo. Su identidad pasa menos por el papel que por la vida: el cuerpo sin pecado, la carne que ignora la falta, la expresión cotidiana del sí mismo vivida como una suave voluptuosidad, la pasión por el paisaje, el sentimiento oceánico, la capacidad de meditar ante la calidad de las luces de una jornada que se despliega y se desarrolla nen un azul sideral, la conciencia y la mirada en línea directa con la vastedad de los cielos, la extensión de las aguas, la majestuosidad de las montañas. En definitiva, un arte del cuerpo sensual y festivo.
El Mediterráneo judío, cristiano y musulmán combate desde siempre esa filosofía de la carne gozosa. La Europa liberal es su criatura. Hipnotizada por el dinero, el mercado, el trabajo, la expiación y el sufrimiento, secreta una religión higienista que causa estragos: ni tabaco, ni alcohol, ni velocidad, ni calorías, sino agua, deportes, alimentos livianos, todo por la economís burguesa del yo...
Como cómplices de las locuras cínicas y cirenaicas, de esos otros Mediterráneos que vivían primero y filosofaban luego, que disfrutaban primero de la existencia y luego encaraban la teoría de la forma secundaria, apostemos a lo solar contra lo nocturno, a la pulsión de vida como antídito contra el instinto de muerte. Y que venga ese otro Mediterráneo...
MICHEL ONFRAY La filosofía feroz